Novak Djokovic volvió a explotar por la frustración rompiendo otra de sus raquetas, pero aún así es finalista del Torneo de Belgrado.
Se está haciendo costumbre que el número uno del mundo reviente por la presión y que no respete ni a su rival, ni a los aficionados ni a sí mismo, en algo que no va de acuerdo con su jerarquía ni con su prestigio porque independientemente de su indiscutible calidad dió pena ver a un veterano y a una figura como lo es el serbio, haciendo berrinches de niño malcriado que incluso hablan ya de una peligrosa personidad agresiva, que no se controla en momentos de alta tensión aunque siga ganando partidos acercándose a otro título que en Belgrado podría ser el tercero de su carrera después de los obtenidos en el 2019 y 2011.
Nole venció por 6-1, 4-6 y 6-0 al eslovaco Andrej Martin y llegó a otra final más, la 119 en su carrera como profesional curiosamente ante un rival ubicado en el escalón 119° del ranking ATP. Por eso desconcierta aún más la actitud del serbio que nunca estuvo en riesgo de perder el partido y aún así perdió la concentración y desquitó su coraje por sus errores en la pista con su raqueta en lugar de tranquilizarse o de prenderse al juego.
Verlo jugar es todo un espectáculo pero verlo explotar de esa manera es vergonsozo y algunos aficionados han incluso decidido salirse en silencio del estadio en Belgrado a modo de repudio por ese tipo de reacciones que también demuestran el exceso de arrogancia que hoy domina al No.1 del mundo.